domingo, 26 de septiembre de 2010

Azul

Oscura era la noche, la habitación tan fría como un cadáver y el aliento visible. Abandonaste mi sueño, saliste corriendo y lo desgarraste. Pusiste un poquito de sal bajo mi almohada, para nuca más saborear; pretendiste a mis sabanas como fuertes escudos, olvidaste mi nombre. Ni la estrella que brilló solo para ti cada noche asoma hoy. Arena dejaste, comprimida en una botella, suprimiendo la carta que nunca leí; con tu fuego quemaste las cenizas que pretendí proteger, y después me soplaste. Perdí la vista, perdí la luna, pero no perdí la razón, y por eso duele estar aquí. Yo creía que era una estación y que las hojas brotarían de nuevo, para como el fénix revivir. Pero eres realmente tan buena en todo lo que haces, que tal inmortal este epitafio llevara.” El polvo se lo llevo el viento”.