miércoles, 21 de mayo de 2014

En el bosque

Un hombre. Un hombre que viaja y un niño cuando conoce la nieve. Las nubes y las formas, el amor y su aroma. Un viejo con su sabiduría, con el peso de los años, con el corazón remendado. Después de todo, un viejo.

El tiempo y todas sus edades se nos presentan cada día, nos sentimos tan variables; niños, jóvenes, viejos. A veces nos sentimos atemporales, y esta es la historia de ese ser, que sin tiempo y a veces con el, recorría el espacio, en silencio y escuchando, sin mucho hablar, sin mucho que decir. Sin saber de lo bueno o de lo malo.

Un día se despertó y vio el amanecer como lo soñaba. Una noche se despertó y vio la luna que lo llamaba. Se adentró en el bosque y solo, pensó, y solo, vio los arboles, y solo, sintió el olor a tierra húmeda, y solo, escuchó el viento entre las hojas, mientras la tarde se hacia gris, sin atardecer y con augurios de lluvia, con una tormenta a lo lejos, con rayos y luces de ira.

Se acercaba la tormenta de regreso al bosque a traer un poco de dolor, de furia y fuerza fatal. La tormenta en si, es y no es mala; con ella termina y comienza la vida. Pero la tormenta es tormenta, se siente en el bosque y el hombre la vive en la oscura noche. Solo, solo como antes. Cuanto pudiera suceder, el hombre vivía. Y la tormenta terminó. Y él seguía sin tener palabras. Pero en sus ojos vivió la tormenta, hasta el amanecer.