lunes, 3 de noviembre de 2014

Donde

El sol sale temprano y el viento sopla.

Las historias de los hombres cautivan y se llevan a la imaginación hasta los confines.

El viento sopla y las hojas caen mientras florecen los prados.

El frío de las alturas se hace inmensamente profundo y se refleja en el mar.

Los prados florecen y se levantan los murmullos.

Los senderos aguardan en silencio y el color se hace mas vivo.

Los murmullos que se levantan, danzan con el agua cristalina y unos ojos atisban entre herbáceas.

En medio del lago hay una isla y en ella un árbol solitario ha cambiado sus hojas por fuego. Un lobo persigue a un conejo y sus jadeos rompen el silencio del camino, las praderas se agitan, el sol sigue subiendo, las historias nacen, las historias mueren y el conejo también. Algunas gotas de sangre se deslizan hasta el lago y se diluyen en el inmenso volumen de agua. La madera del árbol se torna roja y el fuego se apaga. Caen copos de nieve y las aves que volaban buscan refugio bajo las ramas de las copas. Si se escuchó algún trinar, este se detuvo prontamente. Del gran árbol en el lago crecen hojas que van desde el verde mas oscuro al amarillo pálido, naranja y rojo. Todos a sus madrigueras, todos buscando calor. La luna se asoma durante el día, en el profundo azul, grande y redonda. El lobo aúlla y dispone de su presa, los colmillos penetran la carne y la desgarran, los huesos se astillan. Se hace difuso, es un lugar lejos de aquí, eso lo se. No debo ir tan lejos o quedarme tan cerca, pero haré ambas, porque lejos y cerca es donde estoy.

Y en medio del lago el árbol crece todos los días.


miércoles, 23 de julio de 2014

Bajo el tapiz

Bajo el tapiz de la habitación guardaré las paredes con dibujos
Ocultaré los sueños que a rienda suelta no van
Que con cuidado pinté
Que no pueden ser

Dormiré en las noches mientras ellos viven bajo el pegamento
Cerraré los ojos y olvidaré
Mientras recuerdo que olvidar no es mi profesión
Que los dibujos vuelven a mi corazón

Al amanecer, cuando las estrellas se van
Y la luz invade mi habitación
Guardaré en silencio un sueño más
Esta vez bajo la almohada para volverlo a soñar

Pero este sueño sangra y muere
Este sueño está prohibido y encadenado
Y un sueño se convierte en pesadilla
Me persigue y no me deja concentrar

Yo me pongo de frente y espero el golpe
Abro los brazos
Escondo mis ojos bajo los párpados
Pero el tiempo se hace lento y el acontecimiento eterno

Me mudaré al barrio de las decepciones
Donde se publican las traiciones
Seré verdad con la boca llena de barro
Y mientras tanto buscaré una caricia

La caricia del vicio que me mata
El vicio que me traiciona
Mis segundos se contradicen
Daré un paso adelante mientras mi mente retrocede y vuelve bajo el viejo tapiz

miércoles, 21 de mayo de 2014

En el bosque

Un hombre. Un hombre que viaja y un niño cuando conoce la nieve. Las nubes y las formas, el amor y su aroma. Un viejo con su sabiduría, con el peso de los años, con el corazón remendado. Después de todo, un viejo.

El tiempo y todas sus edades se nos presentan cada día, nos sentimos tan variables; niños, jóvenes, viejos. A veces nos sentimos atemporales, y esta es la historia de ese ser, que sin tiempo y a veces con el, recorría el espacio, en silencio y escuchando, sin mucho hablar, sin mucho que decir. Sin saber de lo bueno o de lo malo.

Un día se despertó y vio el amanecer como lo soñaba. Una noche se despertó y vio la luna que lo llamaba. Se adentró en el bosque y solo, pensó, y solo, vio los arboles, y solo, sintió el olor a tierra húmeda, y solo, escuchó el viento entre las hojas, mientras la tarde se hacia gris, sin atardecer y con augurios de lluvia, con una tormenta a lo lejos, con rayos y luces de ira.

Se acercaba la tormenta de regreso al bosque a traer un poco de dolor, de furia y fuerza fatal. La tormenta en si, es y no es mala; con ella termina y comienza la vida. Pero la tormenta es tormenta, se siente en el bosque y el hombre la vive en la oscura noche. Solo, solo como antes. Cuanto pudiera suceder, el hombre vivía. Y la tormenta terminó. Y él seguía sin tener palabras. Pero en sus ojos vivió la tormenta, hasta el amanecer.